La noche era desagradable, fría y lluviosa, pero la sala de plenos del ayuntamiento estaba llena. Cuatrocientos tres años habían transcurrido desde la muerte del autor del más bello libro jamás escrito por un hombre, Miguel de Cervantes, y por fin, después de una larga travesía y un sinfín de trabajo y de dudas, había llegado el momento. Inauguró la feria del libro el alcalde, luego intervino el cronista de la villa y finalmente me llegó el turno de presentar mi novela, la primera novela ambientada en mi pueblo, en Hinojosa del Duque.
Mucho tiempo hacía desde que me embarqué en esta aventura.
Porque yo siempre quise escribir sobre mi pueblo pero, ¿cómo hacerlo?, y lo más importante, ¿sobre qué? Abundan cada vez más, y bienvenidos sean, libros que hablan de Hinojosa, de sus monumentos, su historia y sus costumbres, temas en los que no soy experto fuera de mi experiencia propia, conozco mis limitaciones. Pero sí tengo apego a mis orígenes y eso me empujó a intentar algo impensable, una locura: escribir una novela. No una novela cualquiera, sería una historia ambientada en el solar de los míos, un relato sobre mi pueblo, sobre mi tierra.
Muy bien, eso suena estupendo, pero ¿qué tipo de novela?
Tengo gran afición por la novela negra, siempre me han gustado los crímenes fabulados y el modo en que el sagaz detective descubre al malvado asesino. Adoro, respeto y disfruto los grandes autores de nuestro país y siempre procuro tener ante mis ojos algún clásico. Pero nunca descarto un buen relato y estos abundan en las historias policíacas. Así empezó a tomar cuerpo la idea de escribir una novela, sería una trama criminal clásica.
Y qué mejor que ambientarla por primera vez en Hinojosa del Duque. ¿Por qué no? ¿Por qué las novelas siempre se desarrollan en ciudades grandes? ¿Por qué no iba a contar una historia con mi pueblo como escenario? ¿Por qué no iba a ser Hinojosa la protagonista de mi relato?
Porque, amigo lector, Hinojosa tiene monumentos de los que presumir, tiene historia, costumbres, gastronomía, todo ello digno de conocer para así valorar y sentir orgullo por lo nuestro.
Manos a la obra, empecé a idear mi relato y para eso me faltaba no solo el criminal sino quien lo perseguiría y haría justicia. No titubeé demasiado. La institución encargada de resolver los delitos en nuestra villa era la Guardia Civil. Elección hecha. Ya tenía la ubicación de la historia, al asesino y a su detective justiciero, un sargento de el casi bicentenario Cuerpo encargado del orden público.
Debía decidir algo importante: la época. ¿En qué años situaría la acción? Lo resolví pronto. En nuestro país hubo una terrible guerra, la más terrible porque enfrentó a hermanos, y nuestro pueblo no se libró de ella ni de sus consecuencias al igual que el resto de españoles. Eso no se olvida pronto, ha transcurrido ya casi un siglo y aún quedan resquemores. Así que para situar la historia, marcha atrás en el tiempo, vámonos a principios de siglo, a una época relativamente pacífica, sobre todo en nuestra villa. Además, era un tiempo no demasiado diferente al de siglos atrás y uno de los aspectos que yo pretendía reflejar en mi libro era el tipo de vida de nuestros antepasados.
Ya tenía los pilares del relato, ahora solo faltaba escribir la novela. Solo.
En fin, a ello me puse. Desarrollé la trama en unos meses pero el resto, todo lo escrito sobre Hinojosa, en varios años. Sí, los he dedicado a repasar, a revisar, a rectificar, a desechar. Innumerables horas, innumerables lecturas y charlas y consultas fueron los ladrillos con los que se construyó este modesto edificio. Pero tanto trabajo era necesario porque la novela iba destinada a mi gente y, dentro de mi capacidad, debía escribirla de la manera más perfecta posible. Y bueno, después de infinitas lecturas, llegó un día en que ya no pude rectificar más, así que entregué el manuscrito al regidor de nuestra villa, fue examinado y admitido y finalmente, en esa noche lluviosa, me vi en el salón del ayuntamiento presentando mi libro.
Confieso algo: la novela está escrita para mis paisanos. Obviamente quiero que la lea todo el mundo, pero en el relato, en mi cabeza, siempre estuvo mi gente.
Y nada más, este libro es un homenaje a nuestros antepasados, a una época pretérita con sus luces y sus sombras, esta es una historia de seres humanos, de los hombres y mujeres de los que descendemos los hinojoseños.
Espero que «El sargento Barbancho» haga disfrutar a sus futuros lectores, que conozcan y se asombren de lo que encierra este magnífico pueblo.
Deseo felices fiestas de San Agustín a los residentes y a cuantos visiten Hinojosa.
Eduardo Rodríguez Perea
Agosto de 2.019
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